* * * Su legado y su ideario jamás morirá, Bolívar
continúa vivo en el corazón de los pueblos, en las ideas que parecen
escritas para nuestros días, en las acciones que son permanente ejemplo
para todos
Un día como hoy hace 188 años, 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), dejó de existir el Genio de la Libertad, el más Grande Hombre de América. A la 1 en punto de la tarde, se extingió la luz del más grande héroe de la historia “Simón Bolívar”.
Había
recibido de manos del Cura de la aldea de Mamatoco los Santos
Sacramentos. Después de haber dado libertad a tantos millones de
suramericanos, Bolívar se halla en su último instante muy solo. Apenas
le rodean Mariano Montilla, Fernando Bolívar, José Laurencio Silva,
Portocarrero, el edecán Wilson, Ibarra, Cruz Paredes, José María
Carreño.
El
médico de cabecera Alejandro Próspero Reverend, viendo que llegaba el
momento supremo los llamó y les dijo: “Señores, si queréis presenciar
los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo”.
Pero, indudablemente, Bolívar continúa vivo en el corazón de los
pueblos, en las ideas que parecen escritas para nuestros días, en las
acciones que son permanente ejemplo para todos aquellos que sienten de
verdad lo que es una patria redimida. El Sol de Colombia sigue
brillando.
Bolívar
lo vivió. Destituido de todos sus cargos por la oligarquía
grancolombiana —asesinado, antes, su noble amigo el mariscal Sucre que
ganara en los Andes, en 1824, la última batalla de la Independencia y es
necesario decir que nunca se supo quién le preparó la emboscada de la
muerte—, fue abandonado, Bolívar, a su suerte.
Camino
de su destierro a Venezuela, sublevada ya ante su posible llegada
porque iba precedido de la apelación de dictador, Bolívar no tuvo a su
lado nada más que un grupo de amigos: contados con los dedos.
Enfermo,
le curaba el médico francés Alejandro Prospero Reverend. Arribado a la
ciudad costeña de Santa Marta, el Libertador no encontró techo de
recepción nada más que en la casa de un español: Joaquín de Mier.
Ya
próximo a la muerte se refugió en la Quinta de San Pedro Alejandrino.
Esta mansión pertenecía, también, al mismo español. En San Pedro
Alejandrino pronunció aquella invocación a la ironía: "Jesucristo, Don
Quijote y yo hemos sido los más insignes majaderos de este mundo".
Años Finales
Los
últimos dos años de la vida de Bolívar están llenos de amargura y
frustración. Hizo un balance de su obra, comprobando que lo más
importante quedó sin hacer mientras lo hecho se desmoronaba. La
independencia integral de América, el plan para llevar las tropas
libertarias a Cuba, Puerto Rico y Argentina, que se aprestaba a una
guerra contra el imperio brasileño, o a la España monárquica, si fuera
necesario, quedaban como lejanas utopías imposibles de realizarse.
La
confederación grancolombiana, o la andina, o la anfictionía americana,
todo eso que estuvo a punto de cumplirse, debía posponerse ante otro
tipo de problemas inmediatos: fuerzas del Perú invadieron el Ecuador, y
su expulsión le llevó casi todo 1829. El general José María Córdova, uno
de sus más cercanos amigos, dirigió una revuelta y fue asesinado.
El
general Páez, desobediente y desleal, se le insubordinó también y
declaró la separación de Venezuela. Se vio obligado a expulsar de
Colombia a Santander, antes uno de sus mejores aliados.
A
comienzos de 1830, Bolívar regresó a Bogotá para instalar otra vez un
Congreso Constituyente; ante esa soberanía, renunció irrevocablemente.
Ahora sólo deseaba irse lejos de Colombia, a Jamaica o a Europa, aunque
vaciló y pensó que bien valía la pena comenzar de nuevo, reuniendo a sus
leales en la costa colombiana.
Varios
sectores del ejército se levantaron, esta vez en su favor, pero ya era
tarde. Cada vez más enfermo, logró llegar a Cartagena a esperar el buque
que lo alejaría de tanta ingratitud. Para su mayor desgracia, recibió
en Cartagena la noticia de que Sucre, el más capaz de sus generales y
tal vez el único que podía sustituirlo, había sido asesinado en
Berruecos, a los 35 años de edad.
Contemporizando
con la muerte que ya se anunciaba, aceptó la hospitalidad que le
ofrecía el generoso español Joaquín de Mier, para llevarlo a su finca,
un trapiche llamado San Pedro Alejandrino, en las proximidades de Santa
Marta, a descansar.
Dictó
testamento el 10 de diciembre de 1830. Ese mismo día emitió su última
proclama pidiendo, rogando por la unión. Siete días después, a la una de
la tarde, como dijo el comunicado oficial, «murió el Sol de Colombia».
Vivió 47 años, 4 meses y 23 días. Sepultado en la iglesia mayor de Santa
Marta, allí quedó su corazón, en una urna, cuando los restos fueron
llevados a Caracas doce años después.
Un
recuento de su obra militar no encuentra similar en la historia de
América. Participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37
campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado
incierto; recorrió a caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kilómetros,
algo así como dos veces y media la vuelta al mundo por el Ecuador;
escribió cerca de 10 mil cartas.
Según
cálculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2
mil 939 publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su
correspondencia está incluida en los 34 tomos de las Memorias del
general Florencio O'Leary; escribió 189 proclamas, 21 mensajes, 14
manifiestos, 18 discursos y una breve biografía, la del general Sucre.
Personalmente,
o bajo su inspiración, se redactaron cuatro Constituciones, a saber: la
Ley Fundamental del 17 de diciembre, creadora de Colombia (Angostura);
la Constitución de Cúcuta (1821); el proyecto de Constitución para
Bolivia (1825); y el decreto orgánico de la dictadura (1828).
No
tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad política de
Latinoamérica, la liberación de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina
contra el imperio brasileño, la Confederación Andina (1825), la ayuda a
la propia España para liberarse de los monarquistas (1826), en fin, el
establecimiento de una sociedad utópica, donde se logre «la mayor suma
de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma
de estabilidad política» (1819).
En
20 años de intensa vida política, 7 mil 538 días de actividad
revolucionaria, a partir de su misión diplomática a Londres (1810) y
hasta su deceso en Santa Marta, casi no hubo día en que no redactara una
carta o emitiera un decreto, o que recorriera 13 kilómetros diarios en
promedio.
América
ha reconocido a Bolívar como el paradigma y símbolo más querido de su
identidad y soberanía. En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que los
restos mortales del Libertador fueran trasladados con toda pompa de
Santa Marta a Caracas y reposan hoy en el magnífico Panteón Nacional.
En
1842 se erigió el primer monumento en el mundo dedicado a Simón Bolívar
y el cual se encuentra ubicado en la ciudad de Mérida estado Mérida,
denominado "La Columna de Bolívar, en el Parque de las Cinco
Repúblicas.
En 1846 Colombia puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogotá. En 1858 Lima le erigió una estatua ecuestre, reconociéndolo como Libertador de la nación peruana. En 1891 Santa Marta puso una estatua de mármol junto a la Quinta de San Pedro Alejandrino.
En 1846 Colombia puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogotá. En 1858 Lima le erigió una estatua ecuestre, reconociéndolo como Libertador de la nación peruana. En 1891 Santa Marta puso una estatua de mármol junto a la Quinta de San Pedro Alejandrino.
Ya
desde la segunda mitad del siglo XIX se le levantaron monumentos en
casi todas las ciudades importantes de América y en muchas de Europa. Se
cumplió así la insuperable sentencia de Choquehuanca: «Con los siglos
crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina».
Últimos Días
Una
vez instalado en la Quinta de San Pedro el Libertador se encontró
plenamente en manos de su médico de cabecera, quien realizó un minucioso
registro diario de la evolución de la salud del general en una serie de
boletines médicos los cuales luego fueron publicados en su libro La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, libertador de Colombia y del Perú,
publicado en París en 1866, treinta y seis años después de los
acontecimientos por petición personal de un pariente de Joaquín de Mier
al ya octogenario galeno.
Los
primeros días de estancia en la hacienda se vieron marcados por el
optimismo que mostraba el Libertador respecto a su salud y futuros
planes que llevaría a cabo, como lo era la obsesión con trasladarse a
las cercanías de la Sierra Nevada de Santa Marta, para lo cual había dado instrucciones al general colombiano nacido en Navarra, España, José Sardá,
de construir una cabaña en Masinga, Magdalena , o la organización de
un viaje junto a su médico con el fin de explorar Francia, pero este
optimismo se veía considerablemente disminuido en cuanto algún quebranto
propio de su enfermedad hacía efecto en él.
Con
el transcurso de los días y ante un pronóstico médico poco favorable,
los miembros de su séquito instaron a Alejandro Próspero Révérend de
informar al general de la gravedad de su estado de salud con el fin de
que fuese preparando todos los asuntos legales de relevancia e
instrucciones de cómo proceder en caso de su muerte, por lo qué, luego
de un fallido intento debido a que el Libertador entró en estado de
cólera al momento de insinuarle la realización de estos procedimientos, y
posteriormente terminar siendo convencido por su médico.
El 10 de diciembre en horas de la noche, estando presentes los generales colombianos Mariano Montilla, José María Carreño y José Laurencio Silva,
el dueño de la casa, varios amigos del Libertador y el notario Catalino
Noguera, tuvo lugar uno de los hechos más simbólicos de estos
acontecimientos: la redacción de su testamento y
posteriormente de la última proclama dirigida a los Colombianos, donde
Simón Bolívar da una visión personal del estado político de Colombia, de
su tristeza, de sus medidas para apaciguar las rebeliones y de la
esperanza que tiene en la continuidad de la confederación.
La
última semana del Libertador se caracterizó por un constante ir y venir
entre un pronóstico relativamente favorable y el menos favorable, dónde
se realizaban desde salidas al aire libre por la Quinta de San Pedro
para permitirle respirar aire fresco e interactuar con la naturaleza,
teniendo al paciente en total lucidez y con una buena capacidad de sus
facultades, hasta noches eternas en las que los diferentes síntomas de
lo que su médico consideraba un catarro pulmonar crónico, desencadenante de una tisis
tuberculosa, no dejaban dormir al Libertador, lo cual sumado a la final
reticencia del general para aceptar los diversos medicamentos y
tratamientos propuestos por su médico, terminarían resquebrajando aún
más su delicado estado de salud.
El
16 de diciembre se vio marcado por la máxima y más grave manifestación
de los síntomas de la enfermedad padecida por el Libertador, los cuales
empezaron a presentarse a finales de la mañana teniendo su momento más
álgido en horas de la noche, estos eventos generaron una extrema
preocupación en su médico, la cual expresa en los últimos dos boletines
expedidos este día:
BOLETÍN NÚMERO 30: S.
E. va siempre declinando, y si vuelven las fuerzas vitales a sobresalir
alguna vez, es para decaerse un rato después; finalmente, es la lucha
extrema de la vida con la muerte. El vejigatorio de la nuca ha purgado
bastante, pero los que se pusieron anoche en las pantorrillas han hecho
muy poco efecto. Los orines se han suprimido. Siguen siempre las
frotaciones espirituosas en los extremos, las bebidas antiespasmódicas,
unturas emolientes, y lavativas. Sagú cada dos horas. Diciembre 16, a la
una de la tarde.
BOLETÍN NÚMERO 31: Todos
los síntomas de la enfermedad de S. E. han vuelto a exasperarse; además
se le ha notado otro síntoma malo, y es que ha echado orines
ensangrentados. La respiración es más trabajosa, y apenas han purgado
los vejigatorios, principalmente los de las pantorrillas. Frotaciones
espirituosas en los extremos, antiespasmódicos al interior, etc. Sagú
por alimento. Diciembre 16, a las nueve de la noche.
Último Día
La
descripción precisa del estado de salud del Libertador se ve ricamente
detallada en los boletines médicos de Alejandro Próspero Révérend, los
cuales aumentan en número desde la madrugada del 16 de diciembre y la
luctuosa mañana del 17 de diciembre de 1830, en ellos refleja el
progresivo debilitamiento del Libertador llegando a la conclusión de
muerte inminente en próximas horas.
BOLETÍN NÚMERO 32: Todos
los síntomas están llegando al último grado de intensidad; el pulso
está en el mayor decaimiento; el facies está más hipocrático que antes;
en fin, la muerte está próxima. Frotaciones estimulantes, cordiales y
sagú. Los vejigatorios han purgado muy poco. Diciembre 17, a las siete
de la mañana.
A. P. Révérend
A
las nueve de la mañana el doctor Alejandro Próspero Révérend fue
cuestionado por el general Mariano Montilla sobre el estado de salud del
Libertador, éste le informó del funesto pronóstico lo cual aumentó
considerablemente la preocupación en el séquito de Simón Bolívar. Tras
una breve ausencia del médico debido al cumplimiento de un favor pedido
por el general Mariano Montilla de hacer una visita al obispo de Santa
Marta, quien se encontraba enfermo, y siempre rodeado de la constante
angustia de no poder regresar a tiempo y asistir al general si se
presentaba su muerte, el regreso del médico se produjo antes del medio
día y tras realizar nuevamente la evaluación del progreso del general,
quien ya no hablaba sino de manera confusa, sólo sirvió de confirmación
al peor pronóstico.
Tras
el paso de una mañana marcada por el constante desvanecimiento de los
signos vitales y pasado el medio día, el silencio del salón principal de
la casa, el cual estaba ocupado por los edecanes, la cúpula militar
del Ejército Patriota y
los amigos más íntimos del Libertador, se vio interrumpido por las
palabras de su médico Alejandro Próspero Révérend, quien los invitó a
pasar a la habitación contigua si querían presenciar los últimos
momentos del héroe colombiano.
Rodeado de su séquito, y tras una larga pero calmada agonía, el General
Simón Bolívar falleció a la una de la tarde con tres minutos y
cincuenta y cinco segundos del viernes 17 de diciembre de 1830.
Sus
últimas declaraciones reflejan el pesar que sentía por no haber logrado
su objetivo de la unión de la nueva patria: "¡Colombianos! Mis últimos
votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para
que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro".
ÚLTIMA PROCLAMA DE EL LIBERTADOR
A los pueblos de Colombia
Colombianos:
Habéis
presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes
la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun
mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que
desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra
credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a
la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido
a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al
desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer
la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la
consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien
inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para
libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus
oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las
garantías sociales.
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte
contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo
bajaré tranquilo al sepulcro.
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Simón Bolívar
Hoy a 188 de su salto a la gloria y a la inmortalidad, sus hoy se ven materializadas en las grandes alianzas que han surgido como Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en donde los pueblos se han unido en lo político, económico, social y cultural para hacer frente a los poderes hegemónicos del imperialismo que aún amenazan a los pueblos latinoamericanos. (Prensa Oficina de Gestión Comunicacional ZE-Mérida // Ángel Timaure)
Fue un héroe inigualable, participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37 campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto |
América ha reconocido a Bolívar como el paradigma y símbolo más querido de su identidad y soberanía |
En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que las cenizas del Libertador fueran trasladadas con toda pompa de Santa Marta a Caracas |
Sus restos reposan hoy en el magnífico Panteón Nacional en la ciudad de Caracas. |
En
la ciudad de Mérida estado Mérida, en el Parque de las Cinco Repúblicas
se encuentra La Columna de Bolívar y el cual fue el primer monumento
dedicado a Simón Bolívar en el mundo, el mismo data de 1842.
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