Hace 186 años se extinguió la luz del Genio de la Libertad más Grande de América "Simón Bolívar"

* * * El primero de diciembre se encuentra en Santa Marta; el 6 se traslada a la quinta San Pedro Alejandrino, donde permanece padeciendo de una dolorosa enfermedad; entonces hace el testamento, disponiendo de los escasos bienes que le quedan. Lanza su última proclama y muere el 17 de diciembre de 1830, a los 47 años de edad cerca de Santa Marta (Colombia)

Un día como hoy hace 186 años, 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), dejó de existir el Genio de la Libertad, el más Grande Hombre de América. A la 1 en punto de la tarde, se apagó la luz del más grande héroe de la historia “Simón Bolívar”.

Había recibido de manos del Cura de la aldea de Mamatoco los Santos Sacramentos. Después de haber dado libertad a tantos millones de suramericanos, Bolívar se halla en su último instante muy solo. Apenas le rodean Mariano Montilla, Fernando Bolívar, José Laurencio Silva, Portocarrero, el edecán Wilson, Ibarra, Cruz Paredes, José María Carreño.

El médico de cabecera Alejandro Próspero Reverend, viendo que llegaba el momento supremo los llamó y les dijo: “Señores, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo”. Pero, indudablemente, Bolívar continúa vivo en el corazón de los pueblos, en las ideas que parecen escritas para nuestros días, en las acciones que son permanente ejemplo para todos aquellos que sienten de verdad lo que es una patria redimida. El Sol de Colombia sigue brillando.

Bolívar lo vivió. Destituido de todos sus cargos por la oligarquía grancolombiana —asesinado, antes, su noble amigo el mariscal Sucre que ganara en los Andes, en 1824, la última batalla de la Independencia y es necesario decir que nunca se supo quién le preparó la emboscada de la muerte—, fue abandonado, Bolívar, a su suerte.

Camino de su destierro a Venezuela, sublevada ya ante su posible llegada porque iba precedido de la apelación de dictador, Bolívar no tuvo a su lado nada más que un grupo de amigos: contados con los dedos.

Enfermo, le curaba el médico francés Alejandro Prospero Reverend. Arribado a la ciudad costeña de Santa Marta, el Libertador no encontró techo de recepción nada más que en la casa de un español: Joaquín de Mier.

Ya próximo a la muerte se refugió en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Esta mansión pertenecía, también, al mismo español. En San Pedro Alejandrino pronunció aquella invocación a la ironía: "Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los más insignes majaderos de este mundo".


Años Finales


Los últimos dos años de la vida de Bolívar están llenos de amargura y frustración. Hizo un balance de su obra, comprobando que lo más importante quedó sin hacer mientras lo hecho se desmoronaba. La independencia integral de América, el plan para llevar las tropas libertarias a Cuba, Puerto Rico y Argentina, que se aprestaba a una guerra contra el imperio brasileño, o a la España monárquica, si fuera necesario, quedaban como lejanas utopías imposibles de realizarse.

La confederación grancolombiana, o la andina, o la anfictionía americana, todo eso que estuvo a punto de cumplirse, debía posponerse ante otro tipo de problemas inmediatos: fuerzas del Perú invadieron el Ecuador, y su expulsión le llevó casi todo 1829. El general José María Córdova, uno de sus más cercanos amigos, dirigió una revuelta y fue asesinado.

El general Páez, desobediente y desleal, se le insubordinó también y declaró la separación de Venezuela. Se vio obligado a expulsar de Colombia a Santander, antes uno de sus mejores aliados.

A comienzos de 1830, Bolívar regresó a Bogotá para instalar otra vez un Congreso Constituyente; ante esa soberanía, renunció irrevocablemente. Ahora sólo deseaba irse lejos de Colombia, a Jamaica o a Europa, aunque vaciló y pensó que bien valía la pena comenzar de nuevo, reuniendo a sus leales en la costa colombiana.

Varios sectores del ejército se levantaron, esta vez en su favor, pero ya era tarde. Cada vez más enfermo, logró llegar a Cartagena a esperar el buque que lo alejaría de tanta ingratitud. Para su mayor desgracia, recibió en Cartagena la noticia de que Sucre, el más capaz de sus generales y tal vez el único que podía sustituirlo, había sido asesinado en Berruecos, a los 35 años de edad.

Contemporizando con la muerte que ya se anunciaba, aceptó la hospitalidad que le ofrecía el generoso español Joaquín de Mier, para llevarlo a su finca, un trapiche llamado San Pedro Alejandrino, en las proximidades de Santa Marta, a descansar.

Dictó testamento el 10 de diciembre de 1830. Ese mismo día emitió su última proclama pidiendo, rogando por la unión. Siete días después, a la una de la tarde, como dijo el comunicado oficial, «murió el Sol de Colombia». Vivió 47 años, 4 meses y 23 días. Sepultado en la iglesia mayor de Santa Marta, allí quedó su corazón, en una urna, cuando los restos fueron llevados a Caracas doce años después.

Un recuento de su obra militar no encuentra similar en la historia de América. Participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37 campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto; recorrió a caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kilómetros, algo así como dos veces y media la vuelta al mundo por el Ecuador; escribió cerca de 10 mil cartas.

Según cálculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2 mil 939 publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su correspondencia está incluida en los 34 tomos de las Memorias del general Florencio O'Leary; escribió 189 proclamas, 21 mensajes, 14 manifiestos, 18 discursos y una breve biografía, la del general Sucre.

Personalmente, o bajo su inspiración, se redactaron cuatro Constituciones, a saber: la Ley Fundamental del 17 de diciembre, creadora de Colombia (Angostura); la Constitución de Cúcuta (1821); el proyecto de Constitución para Bolivia (1825); y el decreto orgánico de la dictadura (1828).

No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad política de Latinoamérica, la liberación de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina contra el imperio brasileño, la Confederación Andina (1825), la ayuda a la propia España para liberarse de los monarquistas (1826), en fin, el establecimiento de una sociedad utópica, donde se logre «la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política» (1819).

En 20 años de intensa vida política, 7 mil 538 días de actividad revolucionaria, a partir de su misión diplomática a Londres (1810) y hasta su deceso en Santa Marta, casi no hubo día en que no redactara una carta o emitiera un decreto, o que recorriera 13 kilómetros diarios en promedio.

América ha reconocido a Bolívar como el paradigma y símbolo más querido de su identidad y soberanía. En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que los restos mortales del Libertador fueran trasladados con toda pompa de Santa Marta a Caracas y reposan hoy en el magnífico Panteón Nacional.

En 1842 se erigió el primer monumento en el mundo dedicado a Simón Bolívar y el cual se encuentra ubicado en la ciudad de Mérida estado Mérida, denominado "La Columna de Bolívar, en el Parque de las Cinco Repúblicas. 

En 1846 Colombia puso la estatua de Pietro Tenerani en el centro de Bogotá. En 1858 Lima le erigió una estatua ecuestre, reconociéndolo como Libertador de la nación peruana. En 1891 Santa Marta puso una estatua de mármol junto a la Quinta de San Pedro Alejandrino.

Ya desde la segunda mitad del siglo XIX se le levantaron monumentos en casi todas las ciudades importantes de América y en muchas de Europa. Se cumplió así la insuperable sentencia de Choquehuanca: «Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina».

Últimos Días


Una vez instalado en la Quinta de San Pedro el Libertador se encontró plenamente en manos de su médico de cabecera, quien realizó un minucioso registro diario de la evolución de la salud del general en una serie de boletines médicos los cuales luego fueron publicados en su libro La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, libertador de Colombia y del Perú, publicado en París en 1866, treinta y seis años después de los acontecimientos por petición personal de un pariente de Joaquín de Mier al ya octogenario galeno.

Los primeros días de estancia en la hacienda se vieron marcados por el optimismo que mostraba el Libertador respecto a su salud y futuros planes que llevaría a cabo, como lo era la obsesión con trasladarse a las cercanías de la Sierra Nevada de Santa Marta, para lo cual había dado instrucciones al general colombiano nacido en NavarraEspañaJosé Sardá, de construir una cabaña  en Masinga, Magdalena , o la organización de un viaje junto a su médico con el fin de explorar Francia, pero este optimismo se veía considerablemente disminuido en cuanto algún quebranto propio de su enfermedad hacía efecto en él.

Con el transcurso de los días y ante un pronóstico médico poco favorable, los miembros de su séquito instaron a Alejandro Próspero Révérend de informar al general de la gravedad de su estado de salud con el fin de que fuese preparando todos los asuntos legales de relevancia e instrucciones de cómo proceder en caso de su muerte, por lo qué, luego de un fallido intento debido a que el Libertador entró en estado de cólera al momento de insinuarle la realización de estos procedimientos, y posteriormente terminar siendo convencido por su médico.

El 10 de diciembre en horas de la noche, estando presentes los generales colombianos Mariano MontillaJosé María Carreño y José Laurencio Silva, el dueño de la casa, varios amigos del Libertador y el notario Catalino Noguera, tuvo lugar uno de los hechos más simbólicos de estos acontecimientos: la redacción de su testamento y posteriormente de la última proclama dirigida a los Colombianos, donde Simón Bolívar da una visión personal del estado político de Colombia, de su tristeza, de sus medidas para apaciguar las rebeliones y de la esperanza que tiene en la continuidad de la confederación.

La última semana del Libertador se caracterizó por un constante ir y venir entre un pronóstico relativamente favorable y el menos favorable, dónde se realizaban desde salidas al aire libre por la Quinta de San Pedro para permitirle respirar aire fresco e interactuar con la naturaleza, teniendo al paciente en total lucidez y con una buena capacidad de sus facultades, hasta noches eternas en las que los diferentes síntomas de lo que su médico consideraba un catarro pulmonar crónico, desencadenante de una tisis tuberculosa, no dejaban dormir al Libertador, lo cual sumado a la final reticencia del general para aceptar los diversos medicamentos y tratamientos propuestos por su médico, terminarían resquebrajando aún más su delicado estado de salud.

El 16 de diciembre se vio marcado por la máxima y más grave manifestación de los síntomas de la enfermedad padecida por el Libertador, los cuales empezaron a presentarse a finales de la mañana teniendo su momento más álgido en horas de la noche, estos eventos generaron una extrema preocupación en su médico, la cual expresa en los últimos dos boletines expedidos este día:

BOLETÍN NÚMERO 30: S. E. va siempre declinando, y si vuelven las fuerzas vitales a sobresalir alguna vez, es para decaerse un rato después; finalmente, es la lucha extrema de la vida con la muerte. El vejigatorio de la nuca ha purgado bastante, pero los que se pusieron anoche en las pantorrillas han hecho muy poco efecto. Los orines se han suprimido. Siguen siempre las frotaciones espirituosas en los extremos, las bebidas antiespasmódicas, unturas emolientes, y lavativas. Sagú cada dos horas. Diciembre 16, a la una de la tarde.

BOLETÍN NÚMERO 31: Todos los síntomas de la enfermedad de S. E. han vuelto a exasperarse; además se le ha notado otro síntoma malo, y es que ha echado orines ensangrentados. La respiración es más trabajosa, y apenas han purgado los vejigatorios, principalmente los de las pantorrillas. Frotaciones espirituosas en los extremos, antiespasmódicos al interior, etc. Sagú por alimento. Diciembre 16, a las nueve de la noche.

Último Día


La descripción precisa del estado de salud del Libertador se ve ricamente detallada en los boletines médicos de Alejandro Próspero Révérend, los cuales aumentan en número desde la madrugada del 16 de diciembre y la luctuosa mañana del 17 de diciembre de 1830, en ellos refleja el progresivo debilitamiento del Libertador llegando a la conclusión de muerte inminente en próximas horas.

BOLETÍN NÚMERO 32: Todos los síntomas están llegando al último grado de intensidad; el pulso está en el mayor decaimiento; el facies está más hipocrático que antes; en fin, la muerte está próxima. Frotaciones estimulantes, cordiales y sagú. Los vejigatorios han purgado muy poco. Diciembre 17, a las siete de la mañana.
A. P. Révérend

A las nueve de la mañana el doctor Alejandro Próspero Révérend fue cuestionado por el general Mariano Montilla sobre el estado de salud del Libertador, éste le informó del funesto pronóstico lo cual aumentó considerablemente la preocupación en el séquito de Simón Bolívar. Tras una breve ausencia del médico debido al cumplimiento de un favor pedido por el general Mariano Montilla de hacer una visita al obispo de Santa Marta, quien se encontraba enfermo, y siempre rodeado de la constante angustia de no poder regresar a tiempo y asistir al general si se presentaba su muerte, el regreso del médico se produjo antes del medio día y tras realizar nuevamente la evaluación del progreso del general, quien ya no hablaba sino de manera confusa, sólo sirvió de confirmación al peor pronóstico.

Tras el paso de una mañana marcada por el constante desvanecimiento de los signos vitales y pasado el medio día, el silencio del salón principal de la casa, el cual estaba ocupado por los edecanes, la cúpula militar del Ejército Patriota y los amigos más íntimos del Libertador, se vio interrumpido por las palabras de su médico Alejandro Próspero Révérend, quien los invitó a pasar a la habitación contigua si querían presenciar los últimos momentos del héroe colombiano. Rodeado de su séquito, y tras una larga pero calmada agonía, el General Simón Bolívar falleció a la una de la tarde con tres minutos y cincuenta y cinco segundos del viernes 17 de diciembre de 1830.

Sus últimas declaraciones reflejan el pesar que sentía por no haber logrado su objetivo de la unión de la nueva patria: "¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro".  

ÚLTIMA PROCLAMA DE EL LIBERTADOR


A los pueblos de Colombia

Colombianos:

Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.

Simón Bolívar


Un día como hoy hace 186 años, 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino», Santa Marta Colombia), se extinguió la luz del Genio de la Libertad, el más Grande Hombre de América “Simón Bolívar”

 Fue un  héroe inigualable, participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37 campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto

Personalmente, o bajo su inspiración, se redactaron cuatro Constituciones, a saber: la Ley Fundamental del 17 de diciembre, creadora de Colombia (Angostura); la Constitución de Cúcuta (1821); el proyecto de Constitución para Bolivia (1825); y el decreto orgánico de la dictadura (1828)

América ha reconocido a Bolívar como el paradigma y símbolo más querido de su identidad y soberanía

No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad política de Latinoamérica y el establecimiento de una sociedad utópica, donde se logre «la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política» (1819).


 En 1842 el Congreso de Venezuela dispuso que las cenizas del Libertador fueran trasladadas con toda pompa de Santa Marta a Caracas 

Sus restos reposan hoy en el magnífico Panteón Nacional en la ciudad de Caracas.

En la ciudad de Mérida estado Mérida, en el Parque de las Cinco Repúblicas se encuentra La Columna de Bolívar y el cual fue el primer monumento dedicado a Simón Bolívar en el mundo, el mismo data de 1842. 

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